miércoles, 2 de mayo de 2012

Felipe II RELACIÓN CON FRANCIA Y GUERRAS CON FRANCIA


RELACIÓN CON FRANCIA

Si bien el Imperio otomano, junto con la plaga berberisca, constituían el enemigo principal de la cristiandad, con España en primera línea, Francia resultaba una amenaza más inmediata y peligrosa, por cuanto se aliaba con turcos y berberiscos y utilizaba a los moriscos y a los comuneros como quinta columna para disgregar España y corroer, y en lo posible aniquilar, su poder.
El primer gran problema con el que debió bregar Felipe II, apenas coronado, fue un magno ataque francés sobre Italia, con complicidad del papa Pablo IV. Pero el duque de Alba consiguió frenar la ofensiva y Felipe contraatacó desde Flandes en 1557, infligiendo a los franceses, en San Quintín, una derrota que pudo ser decisiva, pues le abría el camino a París. Ahora bien, impresionado, según se dice, por el campo de batalla sembrado de cadáveres, mandó al ejército retirarse al punto de partida. Causa más probable de su actitud fue su deseo de llegar a acuerdos con Francia contra el temido expansionismo protestante. Al año siguiente, una nueva victoria española dio lugar a la paz de Cateau-Cambresis, por la que Francia renunciaba a Italia, aunque se le permitía conservar plazas como Metz, Verdún y la misma San Quintín; y se acordaba la colaboración antiprotestante. El año anterior había subido al trono inglés Isabel I, que, máxima dirigente política y religiosa de su país, pronto se dedicaría a apoyar a los calvinistas de Francia, Escocia y Holanda.

GUERRAS CON FRANCIA

Las Guerras de religión de Francia fueron una serie de enfrentamientos civiles que se desarrollaron en el Reino de Francia durante la segunda mitad del siglo XVI. Se distinguen hasta ocho guerras distintas acontecidas entre 1562 y 1598, si bien la violencia fue constante durante todo el período. El detonante de las Guerras de Religión fueron las disputas religiosas entre católicos y protestantes calvinistas, conocidos como hugonotes, exacerbadas por las disputas entre las casas nobiliarias que abanderaron estas facciones religiosas, en especial los Borbón y los Guisa.Por añadidura, la guerra civil francesa tuvo dimensiones internacionales, implicando en la lucha a la potencia protestante del momento, la Inglaterra de Isabel I, con la máxima defensora del catolicismo y mayor potencia de la época, la España de Felipe II. Debido a ello, el conflicto influyó de manera determinante en el éxito de la rebelión de las Provincias Unidas contra el dominio español y en la expansión de las confesiones protestantes en el Sacro Imperio Romano, regido por el tío de Felipe II, el emperador Fernando I de Habsburgo.El conflicto acabó con la extinción de la dinastía Valois-Angulema y el ascenso al poder de Enrique IV de Borbón, que tras su conversión al catolicismo promulgó el Edicto de Nantes en 1598, garantizando una cierta tolerancia religiosa hacia los protestantes. Sin embargo, los conflictos entre la Corona y los hugonotes se reavivaron periódicamente, hasta que el nieto de Enrique IV, Luis XIV, revocó tal tolerancia con el Edicto de Fontainebleau de 1685, proscribiendo toda religión excepto la católica, lo que provocó el exilio de más de 200.000 hugonotes.El 3 de agosto se lanzó, de madrugada y con suma rapidez, sobre otro objetivo: el estratégico enclave de Saint-Quentin (San Quintín), a orillas del río Somme. Comenzaba el asedio que daría lugar a una de las batallas más célebres de la historia militar española.Los franceses, por su parte, no habían permanecido inactivos. Un ejército de veintiséis mil hombres, al mando del condestable Anne de Montmorency, había seguido las evoluciones de las fuerzas españolas. Montmorency esperaba atacar cuando aquéllas asediaran alguna ciudad, confiando en la victoria al coger a las fuerzas sitiadoras entre dos fuegos. Por de pronto, y antes de que el cerco sobre San Quintín fuese lo suficientemente estrecho, logró hacer llegar unos quinientos soldados de refuerzo, lo que dio ánimo a la guarnición de la ciudad. Sin embargo, al día siguiente el asedio era total y empezaron los bombardeos por parte de los atacantes.Desde ese momento fue casi imposible introducir nuevos refuerzos en la plaza, la cual, dada la desfavorable correlación de fuerzas, parecía condenada. A Montmorency no le quedaba otra opción que marchar al encuentro del ejército del duque de Saboya y plantar batalla. Su plan consistía en cruzar el Somme al oeste de San Quintín, atravesar una zona pantanosa y avanzar sobre las líneas enemigas. Si lograba romper el sitio y reforzar la ciudad, los atacantes se verían en la obligación de retirarse o presentar combate en circunstancias adversas. Era una maniobra arriesgada, pero el general francés se sentía seguro de la victoria; era veterano de mil batallas y su oponente, un jovenzuelo inexperto.

Ataque por sorpresa :

El grueso del ejército francés se puso en marcha la noche del 9 al 10 de agosto y, tras una agotadora marcha, llegó a las puertas de San Quintín al amanecer. Aparentemente, el ejército enemigo no había advertido su presencia y seguía imperturbable en sus ataques a la ciudad. Montmorency se sentía seguro: creía que la caballería flamenca del conde de Egmont había partido hacia el norte para recibir y escoltar a Felipe II, y que el único puente sobre el Somme no permitiría que el ejército del duque cruzase, con la rapidez necesaria, a la ribera por la que él avanzaba.




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